Conferencia

Sesión 2. Optimización

El capitalismo y la forma cuadrilátera

  • MucemLab

 

La construcción de cajas responde a un objetivo que puede parecer sencillo, el de hacer coincidir un contenedor y un contenido. Sin embargo, detrás de este objetivo se esconden complejos problemas de optimización. ¿Cómo maximizar el volumen interno de un contenedor minimizando su huella externa? ¿Qué valor debe darse al espacio no ocupado dentro de la caja? ¿Debe reducirse por razones de rentabilidad o higiene, como en una lata? ¿O debe conservarse para facilitar, por ejemplo, la respiración y la circulación de los seres vivos de su interior?

En función de estos cálculos, las compensaciones evolucionan entre dos situaciones opuestas: o bien el envase se impone al contenido hasta el punto de redefinir su formato (piensa en el plan para producir tomates cuadrados), o bien el envase se adapta al contenido porque, como una obra de arte, es muy valorado.

Estas consideraciones alcanzan otro nivel cuando los envases tienen que estar contenidos dentro de otros envases: el esfuerzo de optimización consiste entonces en imponer relaciones proporcionales entre todos los formatos. El producto final de estas consideraciones, el cartón plegable, se estandariza para que quepa en un palé, que a su vez se supone que cabe en un contenedor. Por tanto, la forma preferida del capitalismo parece ser el cuadrilátero. Pero como demuestra la historia del sobreembalaje, esta optimización económica puede resultar desastrosa desde el punto de vista medioambiental. Esto es lo que examinaremos a través de la historia del almacenamiento y transporte de mercancías y obras de arte.

Una propuesta de Samir Boumediene, profesor-investigador (IHRIM, UMR 5317, ENS Lyon) responsable del proyecto “Mises en boîtes: histoire, anthropologie et muséographie d’une pratique quotidienne” en el Mucem.

 

 

La construcción de cajas responde a un objetivo que puede parecer sencillo, el de hacer coincidir un contenedor y un contenido. Sin embargo, detrás de este objetivo se esconden complejos problemas de optimización. ¿Cómo maximizar el volumen interno de un contenedor minimizando su huella externa? ¿Qué valor debe darse al espacio no ocupado dentro de la caja? ¿Debe reducirse por razones de rentabilidad o higiene, como en una lata? ¿O debe conservarse para facilitar, por ejemplo, la respiración y la circulación de los seres vivos de su interior?

En función de estos cálculos, las compensaciones evolucionan entre dos situaciones opuestas: o bien el envase se impone al contenido hasta el punto de redefinir su formato (piensa en el plan para producir tomates cuadrados), o bien el envase se adapta al contenido porque, como una obra de arte, es muy valorado.

Estas consideraciones alcanzan otro nivel cuando los envases tienen que estar contenidos dentro de otros envases: el esfuerzo de optimización consiste entonces en imponer relaciones proporcionales entre todos los formatos. El producto final de estas consideraciones, el cartón plegable, se estandariza para que quepa en un palé, que a su vez se supone que cabe en un contenedor. Por tanto, la forma preferida del capitalismo parece ser el cuadrilátero. Pero como demuestra la historia del sobreembalaje, esta optimización económica puede resultar desastrosa desde el punto de vista medioambiental. Esto es lo que examinaremos a través de la historia del almacenamiento y transporte de mercancías y obras de arte.

Una propuesta de Samir Boumediene, profesor-investigador (IHRIM, UMR 5317, ENS Lyon) responsable del proyecto “Mises en boîtes: histoire, anthropologie et muséographie d’une pratique quotidienne” en el Mucem.

 

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